Nunca pensé que me encontraría enseñándole a una máquina a sentir el compás de una bulería. Y sin embargo, ahí estaba yo, a las 3 de la madrugada, viendo cómo un flujo de datos de captura de movimiento se traducía en patrones que una red neuronal intentaba completar. No era una simulación. Era una conversación.
Cuando empecé a explorar la IA en mi trabajo coreográfico, la pregunta que más escuchaba era una mezcla de escepticismo y miedo: "¿Estás intentando que los ordenadores reemplacen a los bailarines?".
Mi respuesta es, y siempre ha sido, un rotundo no. No estoy interesado en reemplazar al humano. Estoy interesado en expandir lo que significa ser humano.
De Herramienta a Colaboradora
La danza es fundamentalmente humana. Trata sobre la respiración, el peso, la gravedad, la emoción. ¿Qué puede aportar una entidad que no tiene cuerpo ni emociones?
Al principio, veía la IA como una simple herramienta: un generador de patrones glorificado. Le daba datos de movimiento y me devolvía variaciones matemáticas. Era interesante, pero frío. Mecánico.
El cambio de paradigma llegó cuando dejé de darle órdenes y empecé a hacerle preguntas. En lugar de "genera 100 variaciones de este paso", empecé a preguntar: "Si este movimiento quisiera continuar, ¿a dónde iría?".
De repente, la relación cambió. Dejó de ser una herramienta y se convirtió en una colaboradora. Una colaboradora extraña, a veces torpe, a menudo brillante, y completamente ajena a las limitaciones de un cuerpo humano.
Un Diálogo con lo Imposible
En un proyecto reciente, entrenamos un modelo de IA con cientos de horas de vídeo de zapateado flamenco. El sistema no aprendió "pasos". Aprendió la gramática subyacente: el ritmo, la síncopa, la tensión y la liberación.
Cuando le pedimos que generara sus propias secuencias, los resultados fueron asombrosos. El 80% era ruido sin sentido. Pero el 20% restante era... otra cosa. Eran secuencias que respetaban la estructura rítmica del flamenco, pero introducían patrones que ningún bailaor humano habría concebido. Eran matemáticamente perfectas, pero físicamente imposibles.
Una de esas secuencias "imposibles" se convirtió en el eje de nuestra pieza. Le mostramos la secuencia a una bailaora. Su primera reacción fue: "Eso no se puede hacer. Rompe tres reglas básicas". Su segunda reacción, diez minutos después, fue: "Espera un momento... ¿y si adapto mi peso aquí?".
La IA no le dio la respuesta. Le hizo una pregunta mejor. Desafió sus suposiciones y la empujó fuera de su vocabulario de movimiento habitual. El resultado fue un flamenco que se sentía a la vez ancestral y de otro mundo.
La Tecnología como Espejo
Lo que he aprendido es que la IA, en su mejor versión, funciona como un espejo. Refleja nuestros propios patrones de una manera tan extraña y novedosa que nos obliga a mirarlos de nuevo.
- Revela nuestros hábitos: Un modelo entrenado en tus movimientos te mostrará las frases y transiciones que usas en exceso sin darte cuenta.
- Expande nuestra imaginación: Al no tener un cuerpo, la IA puede proponer movimientos que desafían la gravedad o la anatomía, obligándonos a encontrar la esencia poética de un gesto imposible.
- Nos convierte en curadores: El trabajo del artista no es aceptar ciegamente lo que la IA genera, sino seleccionar, interpretar e infundir intención y emoción en las sugerencias de la máquina.
¿Por Dónde Empezar?
La barrera para este tipo de experimentación es más baja que nunca.
- Captura de movimiento: Herramientas como OpenPose o MediaPipe de Google son gratuitas y pueden funcionar con una simple webcam.
- Modelos de IA: Plataformas como RunwayML o librerías de Python como TensorFlow y PyTorch hacen que el entrenamiento de modelos sea cada vez más accesible.
- Visualización: Herramientas como TouchDesigner o Processing te permiten conectar estos sistemas a salidas visuales en tiempo real.
El futuro del arte no es una batalla entre la intuición humana y la inteligencia artificial. Es una danza entre ambas.
No quiero una IA que baile por mí. Quiero una IA que me invite a bailar de formas que nunca había imaginado. Quiero una colaboradora que nunca se canse, que no tenga ego y que siempre esté dispuesta a preguntar: "¿Y si...?".
¿Qué crearías si tuvieras una colaboradora que sueña en un lenguaje que tú no hablas, pero que de alguna manera, entiendes perfectamente?
